Cuando la motivación no lo es todo: crónica de una postergación anunciada

Uno de los factores principales  que más preocupa  a padres,  profesores y tutores en el proceso educativo es conseguir que los estudiantes encuentren el interés y las ganas por realizar una actividad que los convierta en personas autónomas, independientes, responsables, seguras de si mismos. Lograr  que se ilusionen  por  lo que hacen y encuentren el sentido y las ganas para llevarlo acabo. Esa fuerza y seguridad que les aleje del sedentarismo y la monotonía. Esto es, la búsqueda de la motivación. El Santo Grial dentro del ámbito pedagógico.

Según José Antonio Marina “la motivación es un término académico para hablar de los deseos que nos lanzan a la acción y de la energía que nos mueve a realizarlos”.  Por lo tanto, para poder pasar a la acción, es necesario que sea de alguna forma importante o valioso para nosotros, que sea prioritario y despierte las ganas de actuar.

En nuestra naturaleza se encuentra ese deseo de realizar actividades que nos muevan, que nos motiven, que nos ilusionen. De echo, está comprobado que si una persona fuera apartada de toda actividad, caería en una depresión. Con lo cual, las personas estamos diseñadas para realizar actividades que generen en nosotros bienestar.

La mente humana es la encargada de poner en marcha nuestras acciones a través de los pensamientos que generamos. Cómo vemos las cosas, cómo las percibimos, qué actitud mental tenemos hacia ellas y qué creencias o valores le damos a la vida, hacen que tomemos unas decisiones u otras y dirijamos nuestros pasos a un lado u otro. Igualmente, también es importante la manera en que interpretamos la “realidad”:  Lo que nos decimos a nosotros mismos sobre  algo o alguien. Es decir, que cuando generamos un pensamiento, lo que hacemos es darle vida en nuestra imaginación; de tal forma que lo acabamos creyendo,  provocando  una respuesta emocional  inmediata. Esta respuesta (que habrá provocado  un sentimiento de frustración, miedo, pánico, alegría, entusiasmo…) será la que nosotros usemos para tomar decisiones sobre nuestras acciones. En resumen, nuestros sentimientos son resultado de nuestros pensamientos.

Esto, en principio,  es algo normal; el problema viene cuando  esos pensamientos distan mucho de ser ciertos, son negativos, pensamientos automáticos, lo que en psicología se llama “distorsiones cognitivas”. Si su comprensión de lo que está sucediendo es exacta, sus emociones serán normales, pero si es distorsionada por falsos pensamientos automáticos, su respuesta emocional será anormal. Frases como: “Soy un fracaso total”, “Nunca hago nada bien”, “Siempre me confundo cuando toco ese pasaje”; son ejemplos de distorsiones cognitivas, ya que no existe el prototipo de persona que sea un fracaso total (que sea malo en todo lo que hace), o que en un determinado momento (el pasaje difícil) haya salido sin errores.

Estos pensamientos hacen que generemos sentimientos de impotencia, inutilidad, angustia, desanimo, apatía… a continuación, que en nuestra mente las creamos como ciertas (actitud pesimista) y que todo ello, desemboque en la inactividad y la pérdida de motivación.

Nosotros, como adultos, poseemos herramientas que nos ayudan a controlar nuestros pensamientos, antes de que ellos nos atrapen a nosotros; o al menos, tenemos la capacidad de poder expresarnos o buscar ayuda profesional si la necesitamos.

Sin embargo, un niño en pleno desarrollo  está indefenso ante sus pensamientos automáticos, ante los miedos que se generan en su mente, sin saber cómo filtrarlos o darles un sentido lógico, por lo que la búsqueda de la motivación puede resultar mas difícil  si nosotros no tratamos de entenderle. Conociendo, primero, los obstáculos con los que se puede encontrar y, segundo, poniéndonos en su lugar para poder explicarle qué es lo que le sucede, es decir: empatía.

Así pues, tenemos: el valor y la importancia que le damos a la acción, el deseo de llevarlo cabo, solo nos falta el trabajo para alcanzar el motivo de la acción. El esfuerzo, la dedicación, la constancia que usamos para alcanzar nuestros propósitos. Si unimos estos tres elementos, cualquiera podría decir “perfecto, ya esta todo, vamos a ello”; sin embargo, una persona  puede tener el deseo, el valor de hacer algo y no encontrar la fuerza suficiente para realizar la actividad -entrar en un estado letárgico y de parálisis- impidiéndole actuar en consecuencia a sus propios deseos.

¿A qué es debido entonces esa falta de motivación y ese estado de inactividad?

Digamos que la motivación en el niño existe, que el valor que le da tocar un instrumento es positivo  y que ademas el deseo de realizarlo es alto, pero de alguna manera, siempre se produce  una postergación durante sus prácticas o no quiere asistir a la clase semanal. Estas podrían ser las razones:

  1. ensación de agobio: Enfrentarse a una tarea con nuevas dificultades que ha magnificado, creyendo  que no las va a poder  abordar.  Querer aprender una pieza entera sin haber realizado previamente un aprendizaje paso a paso y por pequeños fragmentos. O pensar que tendrá que aprenderla de golpe si es una pieza muy larga.
  2. Conclusiones apresuradas: Cree que, el reto al que se enfrenta, nunca podrá  superarlo  y se pone excusas continuadas: “Lo haría pero…soy demasiado pequeña” Las conclusiones apresuradas están relacionadas con una de las distorsiones cognitivas, llamada error  del adivino en la que se prevé que las cosas saldrán mal y está convencido de que la predicción es un hecho ya establecido.
  3. Auto-etiquetación: este es un aspecto delicado  ya que muchas veces no depende  tanto de uno mismo, si no de lo que los demás opinen de nosotros. La etiqueta que nos puedan poner y que cargamos en nuestra mochila conlleva que, a la hora de realizar una tarea, la hagamos con mas o menos entusiasmo. Si el niño se etiqueta a si mismo como miedoso  o indeciso, nunca querrá enfrentarse a una nueva situación por miedo a no entenderlo o no saber como llevarla a cabo.
  4. Perfeccionismo: Lo que realice tiene que tener un nivel ideológico  de perfección. Quizás pretenda que tiene que parecerse a la interpretación de un hermano mayor o un compañero de clase o una grabación y si no cumple las expectativas entonces no merecerá la pena el esfuerzo.
  5. Temor al fracaso: Se imagina que tras realizar el esfuerzo de empezar algo nuevo o tocar algo que ya sabe, no logrará un buen resultado por lo que se niega a intentarlo. Se genera otra distorsión cognitiva: Generalización excesiva: “ Si fracaso en este pasaje, fracasaré en todo”. Otro error de pensamiento, en cuanto al temor al fracaso, es cuando únicamente se le da valor al trabajo o el esfuerzo que hizo, por el resultado que obtuvo  y no por el proceso  que le condujo  a ello. Es decir, que una clase semanal haya sido peor de lo que el niño esperaba  y pensar que todo el esfuerzo realizado durante la semana no ha servido de nada. Que un concierto, de otros muchos que ha hecho, no haya salido como esperaba y creerse un mal interprete.
  6. Subvaloración de las recompensas o descalificación de lo positivo: Nuevamente una distorsión cognitiva. Cuando ha dado un concierto y le ha salido muy bien, al ser felicitado, su respuesta es “bueno, es que era algo muy fácil”. Desacredita  sus esfuerzos,  de modo que pensará que solo lo que sea realmente “fácil” (según él/ella) será lo que pueda tocar delante de su profesor o en un concierto.
  7. Temor al éxito: Puede que tenga temor al éxito porque prevea que sus padres plantearán mayores exigencias hacia él. Y cree que nunca será capaz de satisfacer sus expectativas. Si evita hacerlo bien, o hacerlo por debajo de sus posibilidades entonces no tendrá nada que temer.
  8. Temor a la desaprobación  o a la crítica: el riesgo al rechazo, Si trata de hacer algo nuevo y se equivoca, ese error tendrá como resultado la desaprobación y las críticas. Por lo tanto no querrá enfrentarse a ello.
  9. Baja tolerancia hacia la frustración: Esto surge del hecho de comparar la realidad con un ideal que tiene en su cabeza. “Con  lo que he practicado ya debería ser suficiente para que la pieza estuviera bien”. Piensa que “deberia” de ser capaz de alcanzar sus metas con rapidez y facilidad por lo tanto si eso no sucede o el aprendizaje supone mas esfuerzo del que le gustaría o espera, entra en un estado de pánico y furia, que provocará su desmotivación.

Todos estos procesos mentales tienen relación con la postergación de las actividades que hacemos. Muchos  de ellos se resuelven cuando descubrimos el motivo de su postergación (distorsión cognitiva) y se mantiene una conversación para que comprendan que muchos de sus miedos no son reales. Para otros, pueden servir de ayuda los siguientes TIPS:

1. La práctica diaria (sensación de agobio): Si bien puede ocasionarnos dificultades debido, principalmente, a nuestro ritmo de vida, un plan de actividades diarias para nuestros hijos ayudará  a que ganen seguridad  en si mismos. Observar  que, gracias a las prácticas, son capaces de obtener resultados positivos en clase, dará como resultado un aumento de confianza. Los pensamientos automáticos de agobios, conclusiones apresuradas, temor al fracaso podrán estar mas controlados.

1.1. Lo que queremos conseguir es que la práctica no se convierta en una actividad que se postergue día tras día, para ello decidiremos cuánto tiempo o cuántas actividades de calidad vamos a realizar. No importa si no hemos conseguido  hacerlo todo. Dividiremos el tiempo en pequeños pasos hasta que la confianza en el trabajo diario dé sus frutos.

2. Eliminar los “no puedo” y los “pero”(conclusiones apresuradas. Error del adivino):

2.1. Comprobar las predicciones negativas con experimentos reales: “No puedo sacar piezas nuevas”. Aquí el experimento seria que fuera sacando una sola nota cada vez e ir marcándole en la partitura cada una de las notas que va sacando. La predicción acabará cayendo por su propio peso y su seguridad aumentaría al darse cuenta de la cantidad de notas que va sacando el solo sin ayuda de nadie.

2.2. método del “rechazo del pero”: Se plantea como un juego que consiste en contraatacar las acciones que poseen un pero con otras que no los contengan. El juego finaliza cuando ya no hemos encontrado mas “peros”.

3. Etiquetación (autoetiquetación): Supongamos que el niño se encuentra etiquetado como un niño tímido, que no es capaz de hacer las cosas por si solo y considera que si nadie le ayuda no podrá  hacer nada. Hacerle partícipe del número de cosas que es capaz de hacer el solito le hará darse cuenta de que en realidad es mas capaz de lo que él imaginaba. Un listado que pueda enumerar él mismo, es de gran ayuda.

4. Evitar  comparaciones (perfeccionismo): Aunque los padres traten por  todos los  medios de  evitar  la comparación  entre hermanos o compañeros,  es evidente que, de alguna manera, los niños acaban desarrollando  en mayor o menor medida un proceso  mental ligado a la comparación.  Un ejemplo sería el de :”el/ella toca bien y yo mal”. Nuestra respuesta habitual sería: “bueno, cuando crezcas lo harás como el/ella” o “el/ella empezó antes que tú y lleva mas tiempo” o “Es mayor que tú”… Una respuesta mas adecuada será: “vale, ¿Qué hace el/ella que a ti te gustaría hacer?” Realizar esa pregunta despertará el deseo de realizar algo que le satisfaga y también una meta que pueda conseguir.

5. Temor al fracaso nos bloquea. Una solución es hacer una lista de las consecuencias negativas que podrían presentarse si corriera el riesgo y realmente fracasara. A continuación se buscarán estrategias que podría afrontar si realmente se produjera el hecho que teme que suceda

 

6. Una tabla de actividades/logros/habilidades conseguidas. Por muy pequeños que nos parezcan los logros alcanzados por nuestros hijos es importante para ellos (y muchas veces, para nosotros) disponer de un “diario de abordo”,  un “cuaderno  de bitácora" en el que registremos todo eso que han ido alcanzando poco a poco con su esfuerzo, dedicación y constancia. En la tabla podemos incluir el nivel de dificultad que requiere realizar la actividad y la satisfacción que les ha producido una vez concluida.

 

6.1. Este podría ser un ejemplo, en el que se dividiría la actividad en pequeños pasos. Desde lo mas sencillo de realizar a lo mas complejo y en el que indicaríamos el grado de satisfacción antes y después de realizar la tarea, marcando también el logro al final. Observando  el progreso en la tabla se darán cuenta de que, a pesar del nivel de dificultad antes de hacer la actividad, una vez realizado  (gracias al trabajo y a la repetición) los resultados obtenidos son gratificantes.

7. En una segunda tabla podríamos recoger el seguimiento de las sesiones de práctica diarias. Indicando el grado de satisfacción pronosticado antes de realizar cada una de las actividades programadas y después la satisfacción obtenida al finalizarlas. Del mismo modo registrar cómo se sintió minutos antes de comenzar la sesión y al terminar. De este modo se deja muy claro el nivel de logro conseguido haciendo que el interés aumente ya que se puede dar cuenta que gracias a las prácticas cada vez se siente mejor anímicamente.

 

Debemos entender los “malos comportamientos” de nuestros hijos como señales de aviso, como alarmas, de que algo le está sucediendo. De que alguna necesidad importante para ellos no está siendo cubierta. Aprender  a comunicarnos es esencial para poder  ayudarles. Si conocemos cuáles pueden ser los motivos por los que posterga sus tareas podremos desbloquear una situación de frustración que repercute en ambas partes. Muchas de las distorsiones cognitivas que he presentado pueden necesitar un apoyo extra a la comunicación pero otras realmente se solucionan con un buen diálogo y una escucha empática.

Un ejemplo podría ser: “Cuando  me dices que no quieres practicar porque insistes en que estas muy cansado, a pesar de haberte  echado la siesta, y después lloras cuando te pido que lo hagas. ¿Es porque  quizás sientes miedo a equivocarte y que me enfade contigo? ¿Te sientes inseguro porque piensas que es muy difícil lo que tenemos que practicar y te da la sensación de que nunca lo conseguirás? ¿Quizás te gustaría que, lo que tocas, sonará de otra manera? ¿Es algo de esto?”. De esta manera lo que estamos haciendo es abrir una ventana al dialogo, a la comunicación, a estar sintonizados. Conectados. Que nuestro hijo se sienta comprendido y apoyado ayuda enormemente en el proceso.  Y desde luego ese día habrá merecido la pena haber invertido nuestro tiempo mas en el diálogo que en la práctica instrumental.

Una vez encontrado el bloqueo que le impide practicar podremos ayudarle a desbloquearlo  presentándole respuestas en modo afirmativo de sus pensamientos automáticos o mediante alguno de los ejercicios expuestos. Como decía Marshall Rosenberg (la persona que dio forma al modelo de la comunicación no violenta): “Para resolver un conflicto, debemos abandonar la finalidad de querer obtener que las personas hagan lo que uno desea. Más bien, nos concentraremos en crear las condiciones,  donde las necesidades de cada uno sean satisfechas.”

Es por ello que os invito a Transformar el: Cómo puedo hacer que mi hijo haga lo que yo deseo, en: Qué necesita mi hijo y qué puedo hacer yo para cubrir sus necesidades.

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